No obstante, desde hace dos semestres, su llama se extinguió. La FEU abandonó la tribuna universitaria, el accionar junto a los estudiantes y los logros que había alcanzado. Las urdimbres que alguna vez tejió se deshilaron ante la falta de dinámica, organización y diligencia.
Hoy por hoy, la FEU figura como un mero recuerdo fraguado en una que otra mente y las paredes de la universidad. Tan solo la voz de algunos se da a la tarea de evocar su presencia y reclamar su existencia, esperanzados en que la agremiación le vuelva a poner algún tipo de sazón a la vida universitaria y al accionar estudiantil.
Este anhelo puede sonar descabellado y, tal vez, imposible. Sin embargo, la invocación hecha por algunos estudiantes merece cierta atención, mas cuando la FEU –tal y como lo sugieren esas voces– marcó una diferencia, probablemente no muy notoria pero apreciable, dentro del movimiento estudiantil.
Al respecto, la federación representó un quiebre abismal con las organizaciones y tendencias del movimiento estudiantil de la UT. Su práctica política y organizativa, por una parte, la distanció de los afanes electoreros y burocráticos de algunos referentes estudiantiles; por otro, la ubicó como una agremiación respetuosa de los integrantes de las diferentes corrientes políticas y gremiales existentes en la universidad, siempre tendiente a privilegiar el acercamiento y trabajo conjunto con otras manifestaciones de los estudiantes y comprometida con el fomento de la organización de base de los mismos.
De igual modo, la FEU labró algunos caminos de unidad. Las relaciones desplegadas con diferentes agrupaciones y organizaciones estudiantiles de la universidad (consumidores de marihuana, vendedores, CEBU, OCE y otros), materializaron –así sea de forma parcial– la consigna trazada por su segundo congreso. Los caminos de unidad se expresaron, en el caso de la UT, a través de relaciones permanentes, diálogos, intercambio de opiniones y acciones, que dieron paso, por ejemplo, al frente abstencionista creado para la elección de rector en el semestre A de 2008.
A la par, la agremiación se constituyó un punto de encuentro. Algunos grupos de estudiantes (grupo de estudios forestales, A viva voz, Kyron y el grupo de estudios en agricultura orgánica) confluyeron en su seno de diversas maneras: expresando su afiliación, por medio de delegados o haciendo presencia en pleno. De igual modo, diferentes estudiantes de la universidad se imbricaron en la FEU apelando a la participación constante o el aporte distante. En últimas, expresó una estructura medianamente flexible, sujeta a unos principios, pero con responsabilidades concretas y figuras de representación y ejecución definidas.
Finalmente, la FEU procuró rebasar las paredes de la universidad. Por un lado, proyectando relaciones con diferentes sectores sociales y organizaciones populares en torno a temas y acciones en común. Esto favoreció –de forma parcial y poco estable– variados escenarios de trabajo distintos al universitario, en los cuales cada estudiante puso en escena sus conocimientos. De ahí que varios integrantes de la agremiación, en la actualidad, se relacionen o integren organizaciones sociales y populares.
Y por otro, sugiriendo la unidad del pueblo. No fueron necesarias grandes reflexiones para identificar esta urgencia. La agremiación, en la medida de sus capacidades, señaló su pertenecía y trabajó por materializarla. Por ello, se hizo presente en diferentes espacios que favorecían este planteamiento vivificándolo con aportes, propuestas y compromisos. Todos estos detalles justifican un clamor, inclusive puede que enriquezcan la voz levantada por algunos para invocar, de nuevo, a la federación. Sin embargo, y más allá de esto, ponen de relieve el lugar logrado por la federación para el movimiento estudiantil de la Universidad del Tolima, el cual no fue meramente nominativo sino que rebasó esos marcos y se situó en un pedestal importante, más no determinante, para ciertos estudiantes, tendencias y agrupaciones de la universidad.
¿Será pertinente responder al llamado propuesto por algunos estudiantes? El acumulado logrado por la federación ¿Será que merece ser retomado? ¿En qué medida la FEU puede representar lo que significó en otrora?
Seguramente algunas de estas preguntas no tendrán respuestas próximas, pero incitan a la reorganización de la FEU, en tanto es y puede constituirse, ante el actual reflujo del movimiento estudiantil, en un referente pertinente para el estudiantado de la Universidad del Tolima.
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