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23 DE ABRIL: LAS CALLES DE IBAGUÉ SE LLENARON DE MAESTROS Y ESTUDIANTES

Los salarios de hambre, las evaluaciones punitivas y un acceso precario a la salud, despertaron la conciencia de educadores y estudiantes universitarios de la Facultad de Educación de la Universidad del Tolima

A través de una multitudinaria marcha, el magisterio del Tolima y los estudiantes de los programas de licenciatura y afines de la UT, expresaron su malestar ante los problemas que hoy sufren los docentes de educación básica y media, y que al día de hoy el presidente Santos y su ministra de educación, Gina Parody, no han resuelto. La marcha que estuvo ambientada por arengas contra el gobierno y la ministra, así como con gestos de solidaridad por parte de los estudiantes, reunió más de 4000 personas –según directivos del SUTET-SIMATOL–, quienes levantaron una sola voz frente a las condiciones indignas en las que actualmente se mueve la docencia y, en general, contra la mercantilización de la educación.

Movilización del magisterio del Tolima y los estudiantes de la Universidad del Tolima. Fotos: AEP

LOS AÑOS NO HAN LLEGADO SOLOS

La universidad, en particular sus administraciones, le han dado largas a la solución de problemas que en su momento fueron coyunturales y hoy se convirtieron en crónicos. El afán por sacar provecho de la antigua hacienda Santa Helena, creyendo que el tiempo no había pasado, sobrepuso los intereses de unos grupos e individuos sobre la actividad académica, la investigación y la incidencia social. Por esta razón, la Universidad del Tolima asiste a al baile de mascaras más ingrato de su historia: es la cenicienta.


La conmemoración de los 60 años de funcionamiento de la Universidad del Tolima ha justificado un discurso al margen de lo que ocurre en sus intersticios. Los esfuerzos institucionales por dibujar una universidad blindada de cualquier enfermedad y a la orilla de cualquier padecimiento, han coloreado una institución encarrilada por las sendas de la obediencia y sin el menor conato de conflicto. Sin embargo, la realidad filtró sus muros y de vez en cuando inunda las líneas de una que otra web.

Mientras la premio Nobel de paz, Rigoberta Menchú, acariciaba con su presencia y palabra la Universidad del Tolima y propios y extraños quedaban deslumbrados por su destello, el universo social de la universidad incubaba una bomba. Las reflexiones acerca de la paz y sus posibilidades a la luz de los diálogos de La Habana, fueron ensombreciéndose con el pasar de los días: de la mano de la preocupación por las cátedras vacías en el programa de Ciencia Política, fueron creciendo las incertidumbres de años pasados asociadas con el funcionamiento del restaurante, el consumo de alucinógenos, la desfinanciación estatal, los recortes presupuestales, el robo de bicicletas, entre otras; es decir, fueron floreciendo una variedad de problemáticas que, con motivo a los 60º aniversario de la universidad, encuentran –a lo sumo– representaciones tendenciosas en los discursos institucionales.

Y es inadmisible que en la voz de la administración broten ideas contrarias al espíritu universitario con el fin de enfrentar los problemas que hoy vive. Aunque el uso reciente, reiterado y posiblemente injustificado de la fuerza dentro y fuera de la universidad ha encendido las alarmas, no fundamenta salidas desesperadas a problemas que se están tornando complejos en la institución: ni los colados del restaurante, ni los consumidores de alucinógenos, ni los pelaos de las chazas, ni los antiguos y nuevos problemas entre activistas estudiantiles merecen de un tratamiento punitivo; al contrario, requieren de salidas en sintonía con la naturaleza de una universidad moderna.

No basta con que a los 60 años de vida de la universidad, el discurso institucional le abra espacio a los problemas de la institución; es necesario que los medios a través de los cuales el discurso es producido y reproducido estén al servicio de la búsqueda de soluciones –en el marco de la autonomía universitaria– a los flagelos que hoy vivencia la Universidad del Tolima. Hoy la institución necesita del dialogo y la construcción de unas nuevas reglas de juego que aseguren la cordialidad entre sus actores, pero también garanticen el ejercicio permanente de la academia, la investigación y la incidencia social.

Nota: a quienes consideran que una de las soluciones a algunos de los problemas que hoy vive la universidad pasa por el robustecimiento de los sistemas de vigilancia y de la intervención de cuerpos policiales o la fiscalía en el campus de la UT, les recomiendo que no olviden que le fundamento de la universidad radica en la capacidad de no servirse de un tercero para pensar, actuar y –en este caso– resolver sus propios problemas por si misma. Este es el sumo de autonomía universitaria.

Escrito por @juangbermudes

EL DESEO DE PAZ Y JUSTICIA SE HIZO SENTIR EN NEIVA

La movilización por la paz y en conmemoración de las víctimas convocó, el pasado 9 de abril, un gran número de personas provenientes de del sur del país y diferentes movimientos sociales, que en una sola voz exigieron al Estado colombiano paz con justicia social, cese bilateral del fuego y una Asamblea Nacional Constituyente.


Delegaciones del Tolima, Quindío, Caquetá y Putumayo llegaron a la capital opita y marcharon junto a estudiantes universitarios, campesinos e indígenas, donde se centró la movilización y los representantes de las delegaciones se manifestaron. Con banderas, carteles y consignas se hizo sentir un pueblo inconforme y consiente de su realidad, que sigue en la lucha por obtener justicia y así lo expresa.

La manifestación de este año fue diferente, ya que varios aspectos la motivaron, la inconformidad del pueblo frente al Plan Nacional de Desarrollo con sus políticas neoliberales y el Acuerdo por lo Superior 2034. También se pedía al gobierno que no se utilizara el presupuesto de la educación para la guerra, se rechazó de igual forma la militarización de los campos universitarios y se exigió el cese total del fuego por parte de las partes que hoy están sentadas en La Habana-Cuba.

Las mujeres pertenecientes a grupos campesinos e indígenas también se hicieron presentes para alegar el reclutamiento militar que en la zona rural afecta a las familias, pues el ejército se lleva a los hombres que sostienen la economía familiar. Un problema paralelo que se vive en el campo son los proyectos minero-energéticos que afectan a todo el país: en el sur del Tolima 2 de 10 proyectos visualizados han tenido ya adelantos y por estas razones se mostraron inconformes y marcharon los campesinos, pues sus intereses se ven doblegados frente a los de las empresas transnacionales.

A pesar que la marcha es un espacio para manifestar con libertad ideas e intereses, también se expresaron silencios. Más que desconocimiento, tales silencios manifiestan miedos, porque las fuerzas al margen de la ley y en contra de los diálogos de paz siguen intimidando al campesinado y a las gentes del común. Por ejemplo, participantes de la marcha provenientes de chaparral, comentaron que en la cabecera de este municipio fueron detenidos por fuerzas públicas, quienes trataron de impedir que se movilizaran hacia la marcha, aun teniendo el consentimiento de la administración municipal.

El Estado colombiano en busca de defender sus intereses político-económicos protege las actividades de las multinacionales por encima de la población afectada, considerándola una minoría, por lo tanto marchar se convierte en una necesidad, aún más cuando los problemas en el país requieren la construcción de una memoria histórica y solidaridad colectiva.