Llamado a los estudiantes y jóvenes de Ibagué
La prolongación del conflicto armado demuestra la grave situación en la que nos encontramos miles de colombianas y colombianos.
En oposición a lo manifestado por los gobernantes y poderosos del país, el abandono estatal, la eterna exclusión, la perpetua vulneración a los derechos fundamentales y el beneficio permanente a quienes más riqueza tienen, ha justificado miles de malestares, quejas, protestas, movilizaciones y acciones de resistencia y lucha por contrarrestar y controvertir esas constantes; incluso, ha justificado el uso de las armas por parte de quienes aspiran a vivir de otra forma.
Sin ningún éxito trascendental, esto ha conducido a la prolongación de un conflicto armado en las diferentes latitudes del país. Durante más de medio siglo, mujeres y hombres de diferentes sectores sociales se han enfrentado pretendiendo cambiar el orden existente o mantenerlo. Desgraciadamente, tales intensiones han prolongando la tensión armada sin lograr un beneficio mayúsculo para las grandes mayorías: ni los insurgentes han logrado las transformaciones que pretenden, ni los que han tenido y tienen el poder han favorecido al pueblo.
Ante esta encrucijada, es una urgencia posicionar un verdadero anhelo de paz. Las colombianas y colombianos no podemos repetir la misma historia año tras año: seguir sumergidos en unas condiciones de vida precarias, con unos gobernantes que aprueban leyes antipopulares y atizando una confrontación armada. Por esto, los diálogos de paz que se vienen desarrollando entre las FARC-EP y el gobierno de Juan Manuel Santos, se presentan como una importante oportunidad para proyectar una paz que signifique vida digna para todas y todos, y no mero silenciamiento de fusiles como lo quiere el gobierno.
En este sentido, todos y cada uno de nosotros, debemos ser protagonistas en el posicionamiento de una paz con justicia social. El campesino despojado, el indígena vulnerado, el ama de casa a quien le quitan su hijo para entregarlo a una guerra sin sentido, el estudiante que lucha por una mejor educación, el desempleado y todos aquellos a los que la confrontación armada nos ha quitado algo, somos los llamados a protagonizar la edificación de una verdadera paz.
¡Es hora de tirar por una paz con justicia social!
La prolongación del conflicto armado demuestra la grave situación en la que nos encontramos miles de colombianas y colombianos.
En oposición a lo manifestado por los gobernantes y poderosos del país, el abandono estatal, la eterna exclusión, la perpetua vulneración a los derechos fundamentales y el beneficio permanente a quienes más riqueza tienen, ha justificado miles de malestares, quejas, protestas, movilizaciones y acciones de resistencia y lucha por contrarrestar y controvertir esas constantes; incluso, ha justificado el uso de las armas por parte de quienes aspiran a vivir de otra forma.
Sin ningún éxito trascendental, esto ha conducido a la prolongación de un conflicto armado en las diferentes latitudes del país. Durante más de medio siglo, mujeres y hombres de diferentes sectores sociales se han enfrentado pretendiendo cambiar el orden existente o mantenerlo. Desgraciadamente, tales intensiones han prolongando la tensión armada sin lograr un beneficio mayúsculo para las grandes mayorías: ni los insurgentes han logrado las transformaciones que pretenden, ni los que han tenido y tienen el poder han favorecido al pueblo.
Ante esta encrucijada, es una urgencia posicionar un verdadero anhelo de paz. Las colombianas y colombianos no podemos repetir la misma historia año tras año: seguir sumergidos en unas condiciones de vida precarias, con unos gobernantes que aprueban leyes antipopulares y atizando una confrontación armada. Por esto, los diálogos de paz que se vienen desarrollando entre las FARC-EP y el gobierno de Juan Manuel Santos, se presentan como una importante oportunidad para proyectar una paz que signifique vida digna para todas y todos, y no mero silenciamiento de fusiles como lo quiere el gobierno.
En este sentido, todos y cada uno de nosotros, debemos ser protagonistas en el posicionamiento de una paz con justicia social. El campesino despojado, el indígena vulnerado, el ama de casa a quien le quitan su hijo para entregarlo a una guerra sin sentido, el estudiante que lucha por una mejor educación, el desempleado y todos aquellos a los que la confrontación armada nos ha quitado algo, somos los llamados a protagonizar la edificación de una verdadera paz.
¡Es hora de tirar por una paz con justicia social!