A mis fieles compañeros, quienes todas las mañanas trabajan y en las tardes, muy abnegados, nos acompañan labrando los sueños de Manuela, Bolívar, la Pola, Martí, Mariategui, el Che, Gaitán, Hernando González y Jaime Pardo
Santiago no ha leído juiciosamente a Carlos Marx ni a quienes han problematizado sobre el mundo de los trabajadores modernos, pero se reconoce como un explotado más de la ciudad de Ibagué: “todos los días me levantó temprano a trabajar, aun sabiendo que una parte de lo que me consigo no será mío, sino para otros”. Su actividad económica –si así se le puede llamar– le exige estar a primera hora al frente de un puesto de empanadas, arepas y tinto sobre una de las principales carreras de la ciudad, con el fin de sacar un diario medianamente decente que le permita aportar en su casa, recuperar la inversión hecha y darse uno que otro “gusto”, por no decir que cubrir una necesidad personal.
Aunque el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) estableció en septiembre de 2014 que una persona es pobre si percibe menos de $6.947 diarios, el ingreso de Santiago no le ha dado para mejorar sus condiciones de vida: los cerca de $12.000 que logra hacerse en “media” jornada de trabajo diaria no lo han conducido a reducir las preocupaciones de su mamá, no le han permitido ahorrar para estudiar lo que desea y no le han posibilitado desenvolverse como cantante y artista; por el contrario, lo han llevado a meterse en problemas con la policía, porque es catalogado como un vendedor ambulante y, por tanto, como objeto de persecución y abuso, como ocurre en Ibagué.
Por obvias razones, esta situación no ha doblegado a Santiago. La necesidad de independencia, mas en la idea de dejar de ser un peso para sus padres, lo ha llevado a enfrentar con firmeza cualquier obstáculo; incluso, lo ha conducido a un nivel de autodisciplina único: “me despierto a las 4:00 am a hacer las empanadas y las arepas, a las 5:00 am pasadas preparo el tinto y a eso de las 5:45 pm abro el chuzo”. Así –como dice él– “llego antes que cualquiera, evito que me quiten el lugar y me hago lo que puedo”.
Curiosamente, Santiago sorprendió el pasado 1º de mayo a quienes suelen frecuentar su negocio. En vez de salir de su casa hacia la esquina donde acostumbra ubicarse, optó por tomar una buseta que lo llevó a la avenida 37 con carrera 5ª. Los objetivos: nutrir la marcha del día internacional de los trabajadores, manifestar su descontento frente a las condiciones indignas de trabajo de los jóvenes de Ibagué y levantar una exigencia por la paz con justicia social.
“Yo soy de la Marcha Patriótica y el movimiento orientó participar en la marcha del 1º de mayo, pero también tomé la decisión de salir a protestar porque los jóvenes no encontramos un trabajo estable en esta cuidad; además, quise salir porque el presidente y los medios de comunicación solo hablan de muertos, bombardeos, minas y armas (…) Se supone que las guerrillas han dicho que quieren la paz, pero el gobierno no muestra gestos verdaderos hacia ese camino”.
En el Éxito, Santiago se sumó a la movilización, la cual había partido de la Casa del Maestro. Con bandera en mano de la Marcha Patriótica, se incorporó al grupo de indígenas, jóvenes de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU-Colombia), campesinos de ASTRACATOL y profesores que levantaban las insignias y los pasacalles del movimiento; igualmente, afinó su voz para elevar un grito de ¡alerta! en semblanza a la espadada de Bolívar que camina por America latina, por un 1º de mayo Combativo, Internacionalista y Antifascista, así como por el Cese Bilateral al Fuego ¡Ya!
Al llegar a la plaza de la 21, uno de los principales centros de comercio de Ibagué, Santiago gritó eufórico “Pueblo mirón, únase al montón: su hijo es estudiante y usted trabajador”, precisamente porque se vio en la cantidad de vendedores que estaban allí: “es impresionante ver gente como yo, pero que no sabe que también es explotado”; es decir, vio cómo la perversidad del orden actual de cosas sumerge a las mayorías en la cotidianidad del rebusque, el cual ayuda a acrecentar las ganancias de alguien sentado en una oficina de algún lugar de la ciudad o del país.
Con la imagen nítida de gente como él, Santiago arribó –junto con toda la movilización– al parque Manuel Murillo Toro, dobló su bandera de la Marcha Patriótica, se despidió del resto de sus compañeros y regresó a su casa. Por fortuna, “no tengo que llegar a trabajar”, como lo dijo, tengo que llegar a “pensar cómo abrirle los ojos a todos esos que no ven cómo viven, porque ese es el reto que tenemos si queremos que las cosas cambien y si aspiramos a lograr la paz con justicia social”.
Escrito por @juangbermudes
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