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» » LA UNIDAD Y EL ANTIIMPERIALISMO: LAS CONSIGNAS QUE HAY QUE LLENAR DE REBELDÍA

“Al imperio no hay que subestimarlo, pero tampoco hay que temerle.
Quien pretenda llevar adelante un proyecto de transformación,
inevitablemente chocará con el imperio norteamericano”
Hugo Rafael Chávez Frías


Imagen tomada de tucomuna.tv.

Por: Manuela Azurduy

Como lo planteó Bolívar hace más de 200 años, la integración de Nuestra América se basa en la unidad y el antiimperialismo, para así dar el salto a convertirnos en la tercera gran potencia, en la Patria Grande. Chávez, como continuador de este proyecto político e ideológico, caminó por la senda libertadora, guiado por los sueños más nobles y justos: lograr el sueño inconcluso de la segunda y definitiva independencia. La historia lo ha demostrado. Los pueblos de Nuestra América han tenido procesos emancipatorios cargados de moral y dignidad. Junto con Chávez se fueron sumando otros dirigentes de izquierda y revolucionarios, quienes a través de escenarios democráticos (Bolivia, Uruguay, Argentina, Brasil y Ecuador) lograron dar un viraje en la usual política hegemónica imperialista del plan macabro de la doctrina Monroe.

La oligarquía de los países de Nuestra América (que ha sido apoyada por los Estados Unidos en su afán imperialista) se vio acorralada ante la escalada de gobiernos de corte democráticos, de izquierda y revolucionarios que, durante el primer decenio del siglo XX no dudaron en aliarse para hacerle contra a las políticas promovidas por el imperialismo norteamericano. Este nuevo escenario permitió a la región avanzar en niveles de convergencia, análisis y defensa de la naturaleza, la cultura, la economía, la soberanía y la autodeterminación,; así mismo propulsó nuevas apuestas económicas que permitieron sostener, no sólo las alianzas entre los países, sino los proyectos de nación que se inventaban.

Este escenario, que era favorable para la región, fue provechoso en el desarrollo político de Colombia, ya que generó la presión suficiente para sentar en una mesa de diálogo al gobierno colombiano y a la insurgencia más antigua del continente (las FARC-EP) hacia la solución dialogada al conflicto armado. Para Chávez y Fidel, la paz de Colombia era y es la paz de Nuestra America, por lo cual fungen como facilitadores del proceso de dialogo, que desembocó en la firma del Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera en noviembre del 2016. Lastimosamente con la llegada de Iván Duque a la presidencia del país y de otros nacionalistas a la de sus respectivos países (Macri en Argentina, Bolsonaro en Brasil y Lenin Moreno en Ecuador, por nombrar algunos), los anhelos de un país en paz se han ido difuminando día a día y con ello, las ansias de emancipación de toda Nuestra América.

Es con este ascenso del nacionalismo es que el actual presidente del país toma protagonismo quien, a pesar de contar con un marco grande de ingobernabilidad, logra por medio del ejercicio del poder incumplirle a todas y todos los colombianos que creyeron en la paz, deslegitimando y hundiendo el papel de la JEP, enlodando los nombres de varias y varios miembros del partido FARC y, con ellos, a otras y otros actores de la política opositora. No contento con eso, enreda a las y los estudiantes, le miente a la minga, a las y los profesores, en fin embolata a toda expresión organizada y rebelde que defiende sus derechos y exige mejores condiciones.

Es claro que este gobierno, al aprobar el PND 2019-2022, visibiliza su papel de ejecutor de las políticas para la profundización del modelo neoliberal en el país, mostrándose como un enemigo de las grandes mayorías populares, echando la culpa de los problemas del país a las grandes expresiones de movilización popular, a la organización y a todo lo que vaya en contra de sus política de muerte y exclusión. Y con la misma tesis, se ha convertido en promotor y cómplice de los Estados Unidos para desestabilizar la soberanía del pueblo venezolano, siendo insistente en protagonizar cierres de fronteras y promover el odio contra la hermana Venezuela y el proyecto socialista de Chávez.

Para cerrar extendemos una voz de solidaridad a cada una de las familias y amigos de lideres y liderezas sociales, excombatientes y jóvenes que han sido asesinados en el marco de la paz de los sepulcros impuesta por la mezquindad de una oligarquía que pone sus intereses de clases por encima del de las grandes mayorías. Llamamos a la oposición del país a la unidad, a la organización y a la movilización, a ser contundente con las acciones a desarrollarse; en otras palabras, a inventar o errar, como lo enseño el maestro Simón Rodríguez, entendiendo esta consigna como una de las tareas de quienes aún conservamos el sueño inconcluso de Bolívar, de quienes creemos en levantar nuevamente la bandera de la segunda y definitiva independencia: ahora más que nunca debemos estar vigilantes del estado de represión al que nos envían, debemos ser ofensiva revolucionaria ante el estrechamiento político e ideológico que se presenta, estar al calor y la vanguardia de la disputa política nacional y regional.

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