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» » GUILLERMO CANO: ENTRE LA TIERRA Y LA POLÍTICA

En medio de los conflictos entre trabajadores campesinos y terratenientes, nació, creció y se formó Guillermo Cano. Oriundo de Antioquia, vivenció los abusos de los hacendados, quienes aprovecharon la “violencia bipartidista” para satisfacer sus intereses sobre la tierra, hasta cuando tomó la determinación –a sus 13 años– de enfrentar el oprobio y la injusticia. De ahí en adelante, ha estado en todas en las que ha podido, guardando fidelidad a los principios de abnegación, amor al pueblo y lucha incesante por la paz.

Guillermo Cano interviniendo ante el pueblo de Anaime-Cajamarca. Foto: AEP.

Guillermo se destacó como agitador y organizador en los diferentes lugares donde ha estado. A comienzos de la década del 70, en la zona bananera del Urabá, ayudó en la estructuración de un sindicato de trabajadores de las bananeras en el municipio de Apartadó y, de forma casi simultánea, en la conformación de la Junta de Acción Comunal en Cabeceras de Mulato. Cuando le tocó radicarse en Medellín, ya que su vida estaba en riesgo por el trabajo que había realizado en el Urabá, continuó alentando la organización de los sectores populares de la comuna oriental, así como su articulación en torno a la naciente Unión Patriótica, agrupación a la cual se vinculó por su simpatía y a la que levantó junto con sus compañeros del Partido Comunista Colombiano y un basto numero de activistas que vieron en la UP una opción distinta a los partidos tradicionales.

Lastimosamente, la barbarie militar y paramilitar de mediados de la década del 80 acompañada del silencio cómplice del Estado, obligaron a Guillermo a mirar hacia otro lugar. Como Medellín ya no era segura, optó por desplazarse hacia Cali, ciudad que lo acogió de una manera muy ingrata porque también fue victima de la persecución. Aún así, siguió acompañando a las agrupaciones de los trabajadores y cultivando la organización de los sectores populares hasta cuando las condiciones se lo permitieron, ya que Cali lo despidió de la misma forma como lo recibió, lo cual le significó moverse e instalarse en la fría Bogotá.

En la capital, Guillermo no renunció a su actividad política. En Ciudad Bolívar no perdió oportunidad para incitar a la organización, conformar asociaciones de destechados, invadir predios y construir esperanzas de vida con quienes –al igual que él– no tenían nada que perder; incluso, su activismo le permitió acercarse a los jóvenes y levantar iniciativas en las cuales la música, la danza y el teatro estuvieron presentes. A pesar que su paso por Bogotá fue transitorio, porque comenzó a compenetrarse con el movimiento campesino del sur y el oriente de Cundinamarca, no abandonó los hilos que lo ataban al proceso en Ciudad Bolívar.

Después de Bogotá, Guillermo se desplazó hacia el campo. Suponiendo que iba a encontrar algo de tranquilidad, no dudó en irse a vivir a la zona rural de Dolores-Tolima. Sin embargo, ese municipio no escapaba a la dinámica del conflicto armado: el avance y expansión del paramilitarismo en el departamento, y los vientos guerreristas que soplaron después del fracaso del proceso de paz del Caguán, convirtieron a Dolores en una zona tensa, agitada por los cruces de disparos y, al igual que todo el sur del Tolima, abandonada por el Estado. Por esto, la tranquilidad que buscaba Guillermo se vio perturbada por la zozobra y la necesidad de elevar –una vez más– una voz de protesta contra la injusticia y la necesidad de ponerle punto final al conflicto armado colombiano.

En Dolores, Guillermo animó la organización del campesinado y protagonizó varias movilizaciones y protestas. Alrededor de la necesidad de resolver los principales problemas de los pequeños agricultores, él articuló sus esfuerzos y el de sus compañeros a todo un movimiento departamental que en 2007 confrontó al gobernador Oscar Barreto y paralizó la ciudad de Ibagué. De esta manera, Guillermo comenzó a destacarse como un activista notable y distinguido en el Tolima, lo cual le permitió integrar –desde su fundación– el equipo de dirección departamental de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Tolima (ASTRACATOL) y años después el Comité Ejecutivo de la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (FENSUAGRO), en el cual hoy es su vicepresidente.

Guillermo Cano participando en la rueda de prensa convocada por la organizaciones sociales y políticas en Ibagué-Tolima. Foto: AEP.

La experiencia de Guillermo le dio para comprender que la política también se ejerce al margen de las corporaciones y los cargos públicos. En su práctica, tal ejercicio pasa por la calle y se recrea en la protesta, la movilización y el paro, porque tienden a modificar las políticas de un gobernante o una institución y no limita la participación de la gente a la concurrencia a unas votaciones o a criterios de edad: para Guillermo, la política la pueden protagonizar todos quienes busquen un fin común y tengan la capacidad de unirse y ejercer la presión suficiente para lograr sus cometidos.

¡Obvio! Guillermo también tiene claro que la política y la lucha por el bien común se desarrolla en los consejos, las asambleas y el parlamento, sin que en estos se logre todo. Y, aunque no ha podido ejercer su derecho al voto plenamente, cuando pudo animó candidaturas con vocación popular o ayudó a quienes aspiraban a constituir una voz disidente en las corporaciones públicas. ¡Eso si! La mayoría de las veces dichos apoyos no representaron ganancias notables, porque siempre le significó enfrentarse a maquinarias tradicionales bien aceitadas que con prebendas sedujeron votos y aseguraron concejales, diputados, representantes y senadores.

Pese a esto último, Guillermo considera que las condiciones han ido cambiando en el Tolima desde 2007. Los movimientos sociales se han tornado más activos, así como los niveles de insatisfacción frente a la minería a cielo abierto y la privatización del agua. Basado en esto, aceptó la propuesta de algunas organizaciones sociales y populares del departamento de candidatizar su nombre a la asamblea del Tolima y, por primera vez en su vida, asumir un nuevo escenario de lucha.

Guillermo sabe que las posibilidades a la asamblea son relativas, mas cuando tiene que enfrentarse –como ya lo hizo– a gamonales de la política que durante años y años han amasado votos, han estructurado unas maquinarias poderosas y cuentan con los dineros suficientes para afrontar la disputa por una curul en la asamblea; sin embargo, considera que el ejercicio electoral puede constituir una opción para construir, junto a la gente, unas nuevas formas de hacer política y, con posterioridad, nuevos tejidos orientados a transformar las condiciones indignas en las que viven las mayorías en el Tolima y en Colombia.

Escrito por @juangbermudes

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