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» » UN NUEVO ESTATUTO GENERAL PARA QUE TODO SIGUA IGUAL


La Universidad del Tolima está sorteando un proceso de “actualización” de sus normas y reglamentos internos. En el marco de la pretendida acreditación, su dirección se la ha venido jugando por modificar sus estatutos. Esto como un paso fundamental para sintonizar la universidad con las nuevas realidades que actualmente afronta.

Entre la normativa a modificar figura el Estatuto General. Desde el año pasado, la administración universitaria inició un proceso de discusión; incluso, desarrolló un intercambio con estudiantes y convocó a la participación virtual de los estamentos. El resultado: una mesa de trabajo con activistas estudiantiles de la que se desconocen sus conclusiones y varias observaciones realizadas por integrantes de la comunidad universitaria que están colgadas en la página web de la institución.

La movilización con la que cerró el 2019 la universidad dejó ver que los mecanismos de participación implementados por la administración fueron insuficientes. Uno de los reclamos de los estudiantes estuvo relacionado con la participación efectiva de ellos y los demás estamentos en la modificación de este Estatuto. Para el estudiantado, el proceso debió surtirse de forma universitaria, es decir en el marco de la discusión argumentada y de cara a la comunidad. Por esto, ellos denunciaron la forma cómo la dirección universitaria estuvo tramitando la modificación del Estatuto General, porque no fue democrática así hayan simulado un tipo de participación.

Ante esta crítica, el representante de los ex rectores ante el Consejo Superior comprometió al estudiantado con la elaboración de unas observaciones, siguiendo el esquema de participación utilizado. Para sorpresa de las directivas, los muchachos fueron más allá, ya que elaboraron una propuesta parcial de Estatuto General. Con esto, ellos le devolvieron la pelota al Consejo Superior, porque le correspondía responder a las iniciativas contenidas en la propuesta presentada por los estudiantes, lo cual no ha ocurrido a la fecha.

Una respuesta de este tipo es contraproducente a estas alturas del partido. Según las directivas universitarias, el Consejo Superior ya aprobó un primer borrador del Estatuto y es inadmisible devolver la discusión. En otras palabras, reabrir el debate no vale la pena, porque ya fueron aprobados elementos sustanciales del nuevo documento. El problema es que lo “acordado” es desconocido por la comunidad universitaria y muy probablemente suscite debate en los estamentos.

Por ejemplo, el primer borrador del nuevo Estatuto señala que la labor de la UT se desarrollará en el marco de todas las modalidades que hoy conoce la educación superior. Esto significa ir más allá del trabajo presencial y de su educación a distancia, que se asemeja a una modalidad semipresencial. Aunque esto no es un pecado, proyecta la universidad hacia una arista de trabajo poco explorada: la educación virtual. Por lo tanto, esta novedad en el Estatuto a qué corresponde: ¿Quieren sintonizan a la UT con la “sociedad del conocimiento”? o ¿Se la están jugando por ofertar programas académicos en una modalidad que aminora los gastos y fortalece las estrategias de autofinanciación?

Otro elemento que generaría ruido es el relacionado con la autonomía universitaria. Con respecto al Estatuto vigente, el borrador en curso no formula algo novedoso; por el contrario, sigue planteando que el ejercicio de la autonomía reposa en los organismos de dirección general y en los de dirección académica-administrativa. En este marco, los estamentos no tienen peso en la toma de decisiones y no hay mecanismos para involucrar a la comunidad universitaria en el trámite de las decisiones trascendentales para la institución. En definitiva, el estudiantado, el profesorado y los trabajadores siguen siendo unos convidados de piedra en la dirección de la universidad.

La elección de la principal autoridad universitaria no dista notoriamente de la forma como ha venido realizándose. El Consejo Superior es el que tiene la última palabra al respecto. Mientras tanto, los estamentos serán consultados, mas no considerados como protagónicos en dicha elección. Así que este es otro asunto espinoso en la discusión sobre el Estatuto General.

Todo indica que la “discusión” de un nuevo Estatuto no está en función de la superación de las prácticas nocivas que atentan contra el ejercicio de la autonomía. Las iniciativas contenidas en el primer borrador no actualizan la vida universitaria con los principios de la universidad moderna. Lo que este hace es profundizar y entronizar en la cotidianidad de la UT viejas prácticas presentadas como nuevas, las cuales divorcian a los organismos de dirección con los estamentos y los protagonistas de los procesos educativos e investigativos.

En poco el Consejo Superior aprobará una nueva versión del Estatuto General. Lastimosamente, la propuesta de los estudiantes –a la fecha– quedó archivada. Si el debate al respecto se hubiera realizado en términos universitarios, el Estatuto que pariría el Consejo Superior podría ser otro y los estudiantes, profesores y trabajadores estarían dando un paso hacia otra institución.

Escrito por David Francisco Copetrán

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