EL SUEÑO FRUSTRADO DE LA ACREDITACIÓN INSTITUCIONAL
La semana pasada, en mi revisión matutina de noticias, encontré una pintoresca noticia en Ecos del Combeima: “Proceso Acreditación Institucional de la Universidad del Tolima recibió observaciones del Consejo Nacional de Acreditación”. Si bien, la nota no explicita las observaciones del CNA, no es necesario ser un par académico para darse cuenta lo mal que va este proceso en la UT.
Según la nota de prensa, en el oficio de observaciones enviado por el CNA a la administración universitaria le recomiendan tomar dos caminos. Por una parte, aceptarlas, terminar el proceso e implementar un plan de mejoramiento en miras de volver a presentarse. Por otra, continuar en el camino de la acreditación, contestando las observaciones a través de evidencias que expresen la evolución institucional.
Cualquiera de los dos caminos constituye un descaro. Durante casi 2 años, quien hoy ostenta la rectoría de la UT insistió en llevar a buen término lo que otras rectorías no habían logrado. Ahora que es su turno, nada de eso se ve a la vista. Inclusive, la supuesta priorización presupuestal no se ha visto reflejada en las mejorías que necesita el claustro universitario de cara a una acreditación institucional, y mucho menos se ha visto reflejada en el mejoramiento de las condiciones de estudio de las y los estudiantes de la modalidad a distancia. Siendo así, ¿Qué pasó o dónde está la platica de la UT?
Tal vez las únicas evidencias de la acreditación institucional se vean en el sinnúmero de pendones que la enuncian. De hecho, un recorrido somero por las instalaciones de la universidad demuestran cómo el proceso de acreditación no se ve reflejado en la realidad: ambientes educativos en malos estados (los galpones del bloque 16, 17 y 19 son un fiel ejemplo); laboratorios del 33 donde las duchas no sirven y con insumos escasos; escenarios deportivos en condiciones antideportivas; políticas de bienestar encaminadas hacia la economía naranja (tal vez en esto se lleven un 10 por mercantilizar la vida universitaria); salas de computo en mal estado; biblioteca sin presupuesto, sin material bibliográfico y sin un software óptimo para la búsqueda de material bibliográfico propio; y ni qué decir de las condiciones en la modalidad de distancia, en especial de los centenares de estudiantes que estudian fuera de Ibagué. ¿Será qué la administración universitaria tiene muy buenos amigos en el CNA que les ocultan la realidad de la educación a distancia, lo cual les permite renovar los registros calificados de los programas?
La acreditación institucional es un anhelo frustrado, porque no es la primera vez que se le niega a la UT. En el 2012, el CNA ya le había negado este proceso a la universidad (El CNA negó la acreditación institucional a la U. del Tolima). La gran diferencia con nuestro presente radica en que ante era voluntaria y no afectaba el funcionamiento de la institución. Ahora, gracias a los parámetros y estándares internacionales, este proceso es obligatorio y debe hacerse lo más rápido posible en pro de salvaguardar la única universidad pública de la región. Lo extraño aquí es que en la UT se maneja un ambiente silencioso. El rector no les ha dado la cara a los estudiantes, trabajadores y profesores de la institución con el fin de informar sobre las determinaciones y acciones que llevará a cabo para responderle al CNA. Estamos a un pelo del rechazo de ese proceso y en la U no se ven intereses ni ganas por superar este nuevo obstáculo.
Cierro este artículo reabriendo la pregunta uno de los párrafos iniciales: si el presupuesto de la universidad no se ve reflejado en presencial y, mucho menos, en distancia ¿Qué pasó y dónde se está el presupuesto de la U? Dicen desde la administración que se maneja una nómina paralela que desangra a la universidad. Tal vez esto coincida con una teoría que tengo: hay más tercerización del trabajo y existen contratos por prestación de servicios estrafalarios.
Por Manuela Azurduy
Tag: Opinión
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