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» » » LOS ESTUDIANTES: PROTAGONISTAS DE LA JORNADA DEL 7 DE SEPTIEMBRE

Dos significativos acontecimientos estremecieron, el pasado 7 de Septiembre, a Ibagué. En la mañana, una numerosa movilización de estudiantes universitarios, del SENA e instituciones educativas de básica secundaria y media irrumpió por sus principales calles y avenidas. En las horas de la tarde, un numeroso tropel, protagonizado mayoritariamente por estudiantes de la Universidad del Tolima, trastornó la monotonía de la ciudad.

Por el impacto de estos eventos, las percepciones y miradas no dieron espera. En los días siguientes, variadas posiciones comenzaron a circular por el campus universitario y la ciudad, las cuales desafortunadamente se han alinderado alrededor del silenciamiento de algunos hechos, o en aras de destacar el éxito de unas acciones y condenar otras. En definitiva, las posturas han girado en torno a una descalificación y distorsión de la jornada acaecida el Miércoles pasado.

Por ejemplo, los medios masivos de comunicación más prominentes, especialmente los regionales y locales, destacaron sólo una faceta del 7 de Septiembre. Aunque cada medio reportó lo ocurrido de una manera aparentemente diferente, todos coincidieron y subrayaron un elemento común: las acciones de protesta realizadas culminaron con hechos violentos. Esto con el animo de sesgar la mirada, deformar las dimensiones de la jornada de protesta, descalificar las manifestaciones de inconformidad de los estudiantes y, de paso, considerarlos como actores inadaptados y malos.

Desafortunadamente, unas tendencias de los estudiantes la UT se han dado a la tarea de corear la posición de los medios. Ellos han silenciado, condenado y separado mecánicamente los eventos que definieron la jornada del Miércoles anterior. Desde su perspectiva, los hechos violentos no son una forma de defender la universidad colombiana, corresponden a la iniciativa de unos pocos, dividen la comunidad universitaria, generan el repudio de la ciudadanía y no representa un logro para el movimiento estudiantil; en suma, expresan una acción nada beneficiosa para la lucha de los universitarios.

Contario a lo anteriormente expuesto, otras expresiones de los estudiantes de la UT han reivindicado los hechos ocurridos, concretamente la confrontación con la policía. Con gran optimismo, ciertas voces exaltan una contundente derrota a la fuerza pública, el carácter beligerante del estudiantado y, en menor medida, que el tropel fue la manifestación de un sinsabor frente a la situación de la educación pública y el rumbo actual de la universidad el Tolima.

Pese a que estas percepciones y miradas expresan interpretaciones diferenciadas acerca de los acontecimientos –propias de la pluralidad de la universidad pública– sugieren versiones sumamente parciales acerca de lo ocurrido y, en el fondo, posicionan unas visiones en detrimento del descontento manifestado en la jornada del pasado Miércoles.

A este respecto, y en contraste con ocasiones anteriores, la jornada acaecida el 7 de Septiembre, la cual comenzó con una marcha y culminó con un tropel, representó –por una parte– el inconformismo del estudiantado con la nueva Ley de Educación Superior impulsada por el gobierno de Santos y, por otra, un desaire hacia la fuerza pública, la situación de la UT y frente al proceso electoral que se avecina.

De la mano de esto, el estudiantado, básicamente de la UT, fue el protagonista indiscutible de la jornada. Así la movilización la haya promovido las organizaciones integrantes de la Mesa Amplia Regional Estudiantil (MARE), y el tropel lo haya impulsado un sector minoritario del estudiantado, los universitarios se apropiaron de ambas acciones. Por esto, lo ocurrido el Miércoles pasado no fue de las organizaciones, fue de los estudiantes.

Tal y como lo muestran los registros fotográficos y de video que actualmente circulan en la Internet, la fuerza mayoritaria –aunque no multitudinaria– del estudiantado fue decisiva. Y fue precisamente esta fuerza, concretamente un estado de ánimo favorable y un repudio hacia las “fuerzas del orden”, las que posibilitaron la prolongación de la jornada, la acción que sucedió a la marcha y, finalmente, las resonancias de las mismas.

Aunque puede cuestionarse las actuaciones del estudiantado, específicamente por su espontáneismo y por privilegiar el ejercicio de la violencia, no se puede negar su preponderante participación. En comparación con ciertos episodios de otrora, en los cuales eran simplemente las organizaciones y grupos aislados los autores y actores de las jornadas de movilización y protesta, en esta ocasión fueron los estudiantes, impulsados por la fuerza de la conciencia en diferentes niveles y por pasiones puramente subjetivas, quienes alzaron una voz de inconformidad –entre otras cosas– ante la crisis de la educación y la universidad.

Por el momento, y así la jornada del 7 de Septiembre deje resquemores, preocupaciones, diferencias y otras cosas más, ofrece a su vez un terreno medianamente abonado para sembrar iniciativas de organización favorables para la movilización y contra la intentona mercantilista y privatizadora de la educación del gobierno de Juan Manuel Santos.

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