Por Juan Carillo Aranzalez
Versiones que por un lado están fuera del contexto, las cuales indicaron en su momento una serie de desatinadas declaraciones; por ejemplo, la “chiva” periodística, protagonizada por estudiantes de la misma Universidad, que circuló en la ciudad y en el país, donde se comunicaba la militarización de la Universidad después del tropel. Otras, menos graves que dan cuenta de que en la jornada de la tarde la participación de los estudiantes fue nimia, señalando que tan sólo 20 o 30 desadaptados iniciaron la confrontación con la policía y el resto del estudiantado presente en la Universidad, estaba en desacuerdo. Obviamente, se necesita estar ausente ese día para poder afirmar eso. Basta ver la cantidad de gente que participó en las dos jornadas y el ánimo de todos, aportando desde sus alcances.
Declaraciones muy perjudiciales y tendenciosas según las cuales incitan a que este tipo de actos sean condenados, censurados, en tanto rompen con el ideal de democracia y participación pacifica que el estudiantado “tiene” que seguir para exigir sus derechos. Hablan de condenas y repudios hacia los tropeleros y de cuantiosos daños a la planta física de la Universidad que a la fija tendrán que pagar los estudiantes de bien. La verdad está última si causa más escozor. Las ideas no se perdieron en ningún momento. Al haber sido así, estaríamos relatando un caso más de vandalismo. Por el contrario, hubo causas que los jóvenes dejaron claro.
Estas causas, se enmarcaron en otras versiones que afortunadamente salieron a flote. En ellas podemos encontrar, por ejemplo, mención de los motivos de la actividad de agitación. El hundimiento de la ley 30 y la corrupción de la Universidad del Tolima, son por así de decirlo, los detonantes del inconformismo de la comunidad estudiantil universitaria. A la par de ello, se suma otro factor: un excesivo repudio a la fuerza policial en una parte considerable de los participantes, percibido ante, durante y después de la jornada (no olvidemos la brutalidad policiaca ni los disparos que hicieron estos contra los manifestantes).
Lo que queda ya lo conoce todo mundo. Quedarnos en discusiones estériles sobre si fue pertinente o no el tropel, no ayuda a algo en el proceso. La MANE seguirá su camino, y no creo que por lo ocurrido en la ciudad de Ibagué se vaya a desestabilizar el proceso local y nacional. No se llegará al rompimiento del espacio.
Sí se caerán, en cambio, las barreras que imponen a veces las organizaciones con su afán de protagonismo, las cuales opacan en algún grado, la participación de los no organizados (que son la mayoría); quedó demostrado que la jornada del miércoles 7 de septiembre fue de estudiantes y jóvenes concienciados. Una muy buena lección de ellos, protagónicos por fin de su lucha gremial.
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