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El sentido común frente a los procesos reivindicativos de los universitarios ha señalado que, en la medida en que las exigencias no son resueltas por las instancias correspondientes, las acciones de protesta y presión de los actores sociales involucrados tienden a tornarse más contundentes y hasta violentas en aras de alcanzar sus objetivos.

A este respecto, la reciente experiencia del estudiantado del programa de Enfermería de la Universidad del Tolima es ejemplar, en tanto obtuvo algunas ganancias –así sean mínimas– en beneficio de los estudiantes siguiendo una secuencia de acciones acordes con el desarrollo de su lucha. Acciones que partieron de lo más simple, como el envío de notificaciones solicitando la solución de algunos problemas, y culminando con actividades más complejas, como concentraciones, marchas, taponamientos y, finalmente, el cierre de la universidad. Todas estas actividades fueron efectuadas no sólo a partir de unas condiciones objetivas, sino con base en un factor sujetivo determinante: los estudiantes –por lo menos una mayoría considerable– decidieron, respaldaron, apoyaron y desarrollaron las actividades definidas.

Paradójicamente, esta lógica fue invertida el pasado Martes 13. Un grupo de estudiantes orientó notoriamente la posición de los participes de la asamblea estudiantil para decretar una asamblea permanente, supuestamente con el animo de “incubar” las condiciones necearías para declarar, lo más pronto, un posible paro en la UT.

Aunque las razones para paralizar la UT pueden ser validas (una administración corrupta, clientelista y cómplice de la privatización de la universidad), la apropiación por parte del estudiantado de tal problemática no es la más apropiada. La asamblea efectuada, inclusive, demostró un debate precario sobre la situación de la universidad, lo que se ha hecho, el contexto de las actuales luchas y sus alcances.

En estas condiciones decretar una asamblea permanente y llamar a un paro es una postura aventurera, especialmente porque no está antecedida de un proceso de agitación y movilización que redunde en mayores niveles de organización a los actualmente existentes. De hecho, la asamblea permanente definida no contribuye ni contribuirá a gestar tal proceso, ya que su base fundamental (los estudiantes) preferirá estar en la comodidad de su hogar, frente a un computador o simplemente en la cama mirando hacia el techo en espera de la normalidad académica.

En oposición a esto, lo más beneficioso para la lucha de los estudiantes de la UT, tanto para superar los actuales problemas de la universidad como para enfrentar la reforma a la Ley 30 propuesta por el gobierno de Juan Manuel Santos, es retornar a la “normalidad” académica. Y, con base en esto, gestar un verdadero proceso informativo, de cualificación y organización para, en definitiva, revertir la crisis de la universidad del Tolima, hundir la reforma gubernamental y allanar el camino hacia una nueva legislación educativa garante del derecho a la educación.

El estudiantado no debe perder de vista que está en juego una posible transformación de la universidad, por lo cual deber estar articulándose y cohesionándose para, conjunta y nacionalmente, dar un golpe certero.

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